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martes, 8 de julio de 2014

Entrevista con Miguel Ángel Zuluaga "El Descacha'o"

Por: León Felipe Duque S.
Miguel Ángel Zuluaga "El Descacha'o" es uno de los trovadores más emblemáticos de Antioquia. La calidad de su improvisación, su carisma y su particular sonrisa están en la memoria de varias generaciones que lo han escuchado trovar desde mediados de los años 70. Sin duda, su nombre está instalado entre los más grandes de la trova antioqueña.

Primera parte:


Segunda parte:


*Esta entrevista fue emitida entre el 23 y el 26 de diciembre de 2013 por UN Radio Medellín 100.4 fm.

martes, 20 de mayo de 2014

‘Neruda’, el profe

Foto: Edwin Alzate.
Todos los domingos a las nueve de la mañana se reúnen un puñado de niñas y niños en la Casa de la Cultura del municipio de Marinilla. Con cuaderno y lápiz en mano se acomodan en un pequeño recinto con el deseo de aprender a trovar y, por qué no, seguir los pasos de los grandes trovadores oriundos de este pueblo. Su profesor es Edwin Alzate ‘Neruda’, un trovador que, a pesar de los problemas, sigue luchando para que no desaparezca la escuela de trova en Marinilla y para que sus alumnos se conviertan en los protagonistas de las próximas generaciones de trovadores.
León Felipe Duque: Yo lo recuerdo a usted hace muchos años trovando en Marinilla como ‘El Grillo’, ¿esos fueron sus inicios en la trova?
Edwin Alzate ‘Neruda’: Sí, yo arranqué a los 12 años llamándome ‘El Grillo’, porque grillo me rimaba con marinillo, entonces me presentaba: “Buenas tardes para todos, / a mí me dicen el grillo, / mi nombre es Edwin Alzate / y soy todo marinillo”. Después de eso tuve un lapso en el que no volví a trovar porque me dediqué a otras cosas, hasta que un día caminando por el pueblo me encontré con un letrero de una escuela de trova que decía: “¿Quiere aprender a trovar?”. Me interesé y desde ese momento me acerqué de nuevo a la trova, gracias la escuela dirigida por la Asociación de Trovadores Colombianos (Astrocol).
L.F.D.: ¿Con qué se encontró en la escuela?
E.A.N.: Me encontré con grandes trovadores del país y con una metodología muy valiosa para aprender a improvisar. William Giraldo ‘El Mosco’ fue mi profesor y, gracias a mi experiencia anterior, me fue fácil adquirir los elementos teóricos que me brindaba la escuela. Ahí pasé al nombre de  ‘Neruda’, porque me gusta mucho su poesía y trato de evocarla.
L.F.D.: ¿No es una responsabilidad muy grande utilizar el remoquete de Neruda, Premio Nobel de Literatura?
E.A.N.: Neruda es un grande. Pero también la trova trae una nueva generación, y es una nueva generación de trovadores estudiados e innovadores. No es lo mismo usted salir a llamarse ‘Tamal’, ‘Morcilla’ o ‘Quesito’, con todo el respeto para los trovadores que se llaman así, que llamarse ‘Neruda’. Yo estoy pasando a un plano diferente, más poético e intelectual. Desde el mismo nombre trato de representar esta nueva generación.
L.F.D.: ¿Siente que ha evolucionado como trovador?
E.A.N.: Sí, cuando era un trovador empírico tenía un concepto muy diferente de la trova, hacía versos al aire, sin sentido y sin coherencia. Hoy, con la parte teórica, entiendo que la construcción de un verso es compleja y trato de perfeccionar cada vez más mi trova.
L.F.D.: ¿Cuáles son sus referentes?
E.A.N.: Yo valoro mucho a los grandes trovadores que surgieron en este pueblo, como Germán Carvajal y Saulo García, quienes fueron los íconos de la trova no solamente en Marinilla, sino también en Antioquia y Colombia. Ellos son parte de mi inspiración. Pero también crecí viendo trovadores de nuevas generaciones, como William Giraldo ‘El Mosco’, un trovador fantástico que tiene una gran capacidad para improvisar y quien además fue mi mentor. Marinilla siempre ha sido un municipio de grandes trovadores y por eso hay que luchar para preservar esta tradición.
L.F.D.: A propósito de la preservación de la trova en Marinilla, usted además de trovador es profesor. ¿Cómo dio ese paso?
E.A.N.: El municipio de Marinilla, la Casa de la Cultura y Astrocol decidieron que yo ya había cumplido el proceso de formación y que podía ser certificado como docente de repentismo y verso improvisado. Para ese momento la escuela de Astrocol venía disminuyendo su fuerza por falta de presupuesto, hasta el punto en el que casi desaparece. En ese momento es donde aparezco yo como profesor y, a pesar de no tener presupuesto, empecé a dar las clases. Después presenté un proyecto en la Alcaldía y actualmente estamos apoyados por el municipio y estamos articulando varios proyectos con la Gobernación de Antioquia.
L.F.D.: ¿Es fácil mantener este tipo de proyectos a largo plazo?
E.A.N.: Es muy difícil porque el presupuesto cultural de un municipio como Marinilla es muy reducido y la diversidad cultural es muy amplia. Así que tenemos que buscar nuestros propios medios de financiación, y uno de ellos es la Corporación para la Trova y el Arte (Centrarte), una corporación que prácticamente estaba desaparecida. Nos apoderamos de ella, la reorganizamos, hicimos una nueva junta, formamos nuevos proyectos y, a través de esta, estamos tratando de que se costee la escuela de trovadores y que el día de mañana, si no hay presupuesto municipal, sea Centrarte la encargada de jalonar la trova como patrimonio de Marinilla.
L.F.D.: En cuanto al proceso de formación, ¿cuál es la clave para acercar a los niños a la trova?
E.A.N.: Las rimas son atractivas por cómo suenan, son un juego de palabras. Entonces los mismos niños al escuchar palabras que riman van haciendo de este juego algo personal y se van enamorando de la trova. Los vamos acercando por medio de la práctica y le vamos metiendo por los laditos la parte gramatical, porque si uno les enseña sólo teoría se pueden aburrir fácilmente.
L.F.D.: Dentro del grupo de niños tiene trovadores con cierta experiencia y otros que apenas llegan al mundo de la trova, ¿cómo coordina el trabajo con unos y otros?
E.A.N.: Hay unos niños que llevan mucho más tiempo y con ellos hay que avanzar en el nivel. Entonces los ejercicios que se hacen son un poco más complejos, por ejemplo, les enseñamos la décima, que para mí es el punto más alto en cuanto a improvisación. Para esto, el conocimiento de ellos tiene que ser más avanzado en todos los sentidos, algo que van adquiriendo durante el proceso. Con los nuevos hay que trabajar lo básico e ir avanzando poco a poco.
L.F.D.: ¿Cómo evitar desde las escuelas el fenómeno actual de los trovadores parecidos?
E.A.N.: Lo que pasa es que los trovadores antes eran diferentes por su empirismo, cada uno tenía su propio estilo, su forma de cantar, su forma de rimar y su forma de hacer versos. Los trovadores de hoy son un poco más técnicos, se ciñen a unos lineamientos que exigen los festivales nacionales de la trova y estudian de acuerdo a lo que les están pidiendo. Eso no está tan mal, dentro de lo que les exigen están dando lo que es. Esto es un proceso y tenemos lo más importante: los niños están viniendo y tienen las ganas de aprender. Son niños desde los siete años que están iniciando un largo camino y con el tiempo se van a ir dando cuenta de lo importante que es diferenciarse de los demás.
L.F.D.: ¿Qué siente al ver a sus alumnos como protagonistas de los festivales infantiles de trova más importantes?
E.A.N.: Me siento muy satisfecho con los buenos resultados de mis alumnos. Es como un padre que quiere que a sus hijos les vaya bien y que logren lo que él no logró. Yo todavía estoy en carrera como trovador y todavía tengo muchas aspiraciones, pero ¿cómo no estar feliz de que entre mis alumnos tenga un rey, un virrey o un príncipe nacional infantil? Ahí se ve reflejado el fruto de todo el trabajo.
L.F.D.: ¿Cuál es su visión a futuro de esta escuela?
E.A.N.: Yo aspiro a que la escuela dure muchos años. Pero lo importante es que mis alumnos vuelvan a posicionar a Marinilla como la cuna de los mejores trovadores del país
L.F.D.: Y en cuanto a su carrera como trovador, ¿cuáles son sus aspiraciones?
E.A.N.: Yo me preparo para ser rey nacional. Uno siempre tiene en la mira los festivales más importantes de este país, que son el Festival Nacional de la Trova Ciudad de Medellín y el Festival Nacional de la Trova de Astrocol. Pero,  aunque uno debe ser ambicioso, tampoco puede enceguecerse, simplemente hay que trabajar y prepararse para ser grande.

sábado, 5 de abril de 2014

Del campo a la ciudad: historia de la trova antioqueña en Medellín (1975-2013)

Realización: León Felipe Duque
Asesoría: Juan David Alzate


Primeros años

En los años 70 la presencia de la trova en Medellín era cada vez más significativa. Detrás de las migraciones de campesinos a la ciudad —en busca de mejores oportunidades unos y huyendo de la Violencia otros—, había llegado esta manifestación artística popular, cultivada durante muchos años en cafetales, minas, fondas y trapiches. Pero la consolidación de la trova como espectáculo artístico se dio en 1975, gracias un festival organizado por Augusto Vásquez Díaz.




Edad de oro

En los años 80 y 90 la trova gozaba de gran prestigio en Medellín y se había ganado un espacio importante en el ámbito artístico y cultural. Los festivales se multiplicaban y el público acudía masivamente a los escenarios. Todo, de la mano de nuevas figuras que rejuvenecieron la trova e impulsaron su expansión a nivel nacional.




Decaída

No todo en la trova ha sido color de rosa. A finales de los 90 y principios del actual siglo comenzaron a presentarse una serie de fenómenos que opacaron la trova y generaron una decaída. El regionalismo, el interés comercial, las características de algunos festivales, la salida de trovadores referentes, entre otros, fueron factores determinantes que alejaron mucho público de la trova.




Nuevo aire

El Festival Nacional de la Trova Ciudad de Medellín marcó un antes y un después en la trova. En 2005 se realizó su primera versión en el marco de la Feria de las Flores, con una visión crítica e innovadora. Nuevas modalidades, un acompañamiento musical más completo, una calificación más integral y grandes escenarios, son algunas de las características que le han permitido a este Festival jalonar la trova y devolverle su altura.



Agradecimientos a UN Radio Medellín y a los protagonistas de esta historia: 
Aldo Julián Ocampo, Germán Carvajal 'Minisicuí', César Augusto  Betancur 'Pucheros', Leonardo Jiménez, William Giraldo 'El Mosco', Miguel Ángel Zuluaga 'El Descachado', Jorge Carrasquilla, Carlos Evelio Cano 'Año Viejo', Luis Fernando Macías, Leonardo Díaz 'El Tráfico', Ovidio Moncada 'El Ratón', Agustín Zapata 'El Gato', Albeiro Jaramillo 'Ladrillo', Fabio Franco 'Cacao', Miguel Ángel Osorio 'Tutucán', Mateo Jiménez 'Dinamita', Leonardo Cuervo, James Estiven Alzate 'Cartucho', Elías Echavarría 'El Profeta', Orlando Velásquez, Juan Carlos Talero y Óscar Vasco.

jueves, 20 de marzo de 2014

“Seguramente no volveré a trovar”

Festival Rey de Reyes de la Trova 1995
Pocos trovadores y conocedores de la trova dudan que César Augusto Betancur ‘Pucheros’ es uno de los mejores trovadores de la historia, si no el mejor. La calidad de su repentismo ha sido un referente para las generaciones actuales, que ven en él un genio de la improvisación y un modelo a seguir. Pero su capacidad creativa va más allá de la trova, y es por eso que ha sido libretista de múltiples e importantes programas humorísticos de la radio y la televisión colombiana. Además, ha escrito libretos para shows de humor, para teatro y actualmente lo hace para series y telenovelas del Canal Caracol.
En 2012, después de casi una década de ausencia, volvió a los escenarios de la trova y se coronó como El Gran Trovador, en un bonito reencuentro de grandes improvisadores en El Teatrico. Y, un año después, levantó por quinta vez el título de Rey de Reyes de la Trova, demostrando la vigencia de su repentismo. León Felipe Duque habló con él, como parte de su investigación Del campo a la ciudad: historia de la trova antioqueña en Medellín (1975-2013).
León Felipe Duque: ¿Cuándo comenzó a trovar?
César Augusto Betancur: Yo estudiaba en el Gilberto Alzate Avendaño de Aranjuez y en 1980, mientras cursaba segundo de bachillerato, mi papá organizó un festival de trova en ese colegio. Ahí vi por primera vez trovadores y me pasó lo mismo que a muchos estudiantes: me aficioné mucho, me engomé y empecé a trovar en el salón como por mamar gallo con los compañeros, sin ningún tipo de expectativas. Trovaba bien y comencé a relacionarme con trovadores y a visitar Astrocol. Gracias a eso, participé en festivales regionales y juveniles hasta que se fue volviendo algo serio y me quedé trovando.
L.F.D.: ¿Recuerda esos primeros festivales en los que participó?
C.A.B.: Primero participé en unos festivales infantiles en abril de 1981, me fue muy mal y pensé que no volvería a trovar porque me dio mucho susto. Después, en octubre de ese mismo año, participé en un festival intercolegiado de trova en el Camilo Torres, un colegio de Buenos Aires, me gané ese festival y de ahí en adelante ya empecé a trovar muy bien y me gané muchos más. Yo siempre he dicho que cuando uno va a ser buen trovador al año de empezar ya debe estar trovando bien.
L.F.D.: En los años 80 no había escuelas ni semilleros de trova, ¿cómo era el aprendizaje?
C.A.B.: No había escuelas ni semilleros pero había más festivales y más oportunidades de trovar. Actualmente en Medellín hay muchos festivales en el marco de la Feria de las Flores, pero en esa época eran festivales todo el año, si no era en Medellín, era en Envigado o en Caldas o en Itagüí o en otros pueblos.  Uno podía decir que cada fin de semana estaba en un festival distinto, entonces no había esa formación y esos fogueos que hay ahora pero había los fogueos más importantes: los festivales. Uno se fogueaba era realmente donde tocaba, porque a vos en un semillero de trova te pueden dar algunas bases, pero es muy distinta la teoría que vos recibas sentado en una silla a estar parado en un escenario. Hay gente que puede saber la técnica para hacer una trova buena, pero si se para allá y de pronto el susto no lo deja trovar bien… pues no hace nada. Yo he visto gente que no conoce esas bases pero se paran en un escenario y son unos animales para trovar, lo hacen muy bien.
L.F.D.: ¿Cómo era la trova en esos años 80?
C.A.B.: En ese momento era más bonito el espectáculo en la medida que los trovadores éramos todos muy distintos. Venían trovadores de muchos pueblos, trovadores campesinos, entonces en un festival vos veías viejos, jóvenes, veías universitarios trovando con arrieros, gente que vivía en una vereda trovando con el médico Jorge Mario Correa. Yo, por ejemplo, que estudiaba en el Gilberto Alzate Avendaño, trovando con estudiantes de Eafit. Era un choque cultural muy interesante y eso le daba un sabor más dulce y más folclórico al festival. Hoy en día los trovadores somos buenos pero muy parecidos, porque todos somos de la ciudad y todos manejamos y nos desenvolvemos en la misma temática. Los trovadores de antes aportaban más y los que venían de afuera hacían muy folclórico y muy bonito el festival.
L.F.D.: Usted ganó el Festival Nacional de la Trova de 1984 siendo muy joven, ¿cómo fue esa experiencia?
C.A.B.: Para ese Festival tenía 17 años, llevaba tres años trovando seguido en toda parte y ganándome muchos festivales. Saulo García y yo trovamos ahí por primera vez y los dos éramos los favoritos, los conocedores de la trova y los mismos trovadores decían: “De esos dos pelados no sale el rey”. Entonces, claro, el susto de siempre y no pensaba que fuera a ganar porque en esa época los festivales eran mucho más importantes que ahora. Pero bueno, la verdad es que ya estaba muy fogueado, me fue muy bien y gané el Festival.
L.F.D.: Ser rey nacional le abrió las puertas del Festival Rey de Reyes, ¿en qué año comenzó su participación en este festival?
C.A.B.: El primer Rey de Reyes en el que participé fue en 1986 y me lo gané, así que a los 19 años ya había ganado lo que había que ganar. A partir de ahí, participé muy poco, ya no iba a festivales regionales y casi que sólo participaba en el Rey de Reyes.
L.F.D.: Muchos amantes de la trova tenemos la imagen suya al lado de Germán Carvajal disputando las finales de muchos Rey de Reyes.
C.A.B.: Claro, pero esa era una vaina muy amistosa porque Germán y yo siempre hemos sido muy amigos, toda la vida, desde que empezamos a trovar junto a Saulo. La gente lo veía de afuera como una rivalidad, pero la rivalidad era de ellos, unos tomaban partido a mi favor y otros a favor de Germán. A mí me gustaba ganar, pero cuando ganaba él yo quedaba tranquilo y él pensaba lo mismo, no habían ningún problema.
L.F.D.: ¿Cómo dio el paso de la trova a los libretos?
C.A.B.: Fue gracias a ser rey nacional. Eso me cambió la vida en muchos aspectos porque después de ese Festival del 84 me hice muy amigo de ‘El Ciego’ Duque y de ‘Vargasvil’, que tenían el programa de radio, entonces empecé a trabajar con ellos y aprendí a hacer libretos. Ahí se abrió el camino para llegar a lo que soy ahora, la trova fue como esa puerta de entrada.
L.F.D.: ¿Por qué tantos trovadores migran de la trova a los libretos,  al humor y a otras actividades artísticas?
C.A.B.: Todo parte de que la trova es un invento. Vos para hacer una buena trova tienes que imaginártela, proponerla, darle cierta estructura y crear algo a veces divertido, a veces profundo o a veces crítico, pero crear algo. Ese músculo que vos utilizas para crear algo finalmente es el mismo que utilizas si vas a crear una novela o vas a crear una película o vas a escribir un libro, se trata de creación. Yo no sabía que de la radio iba a pasar a la televisión y, cuando menos pensé, se dio la posibilidad. Después salió una propuesta para escribir teatro y posteriormente una oferta para hacer telenovelas, que es en lo que estoy ahora. Todo se fue dando así, sin pensarlo, pero el germen, la semilla, es la capacidad de inventar.
L.F.D.: Algunas personas afirman que con la salida de trovadores como usted, Germán, Saulo, entre otros, se acabaron los referentes en la trova, ¿qué opina?
C.A.B.: No creo en eso que la gente siempre dice, que "todo tiempo pasado fue mejor”. A mí me parece que ahora hay trovadores muy buenos también, como ‘Lokillo’, y he visto por ahí uno que otro bueno. Ojo, no es fácil encontrar un muy buen trovador, casi no surgen, pero los hay. De pronto los hay mejores que antes, lo que pasa es que la gente se queda con ese cuento de que “lo que me tocó a mí era mejor”. Los trovadores de ahora son diferentes pero también hay muy buenos, además, hay trovadores incluso anteriores a mi generación, como Miguel Ángel Zuluaga, que son trovadores vigentes desde hace 40 años y ahí están. Los que nos hemos ido es por un proceso normal, porque yo tengo 45 años y no puedo seguir haciendo lo que hacía cuando tenía 14. A mí me gusta ver trova pero ya no me gusta tanto hacerla y, de hecho, por eso no volví a participar en los festivales.
L.F.D.: No volvió a participar durante mucho tiempo como trovador pero sí como jurado, especialmente en el Festival Nacional de la Trova Ciudad de Medellín. ¿Usted cree que este Festival le dio un nuevo aire a la trova?
C.A.B.: Definitivamente, ese Festival le ha dado mucha altura a la trova por muchos factores. Primero, porque es un Festival que se hace en el marco de la Feria de las Flores con el patrocinio de la Alcaldía, entonces no tiene el referente del trago y la venta de aguardiente, algo que sí estaba presente en los festivales de antes, y a mí me parece mejor que la gente disfrute de la trova en sano juicio. En ese sentido, es un Festival muy sano y muy limpio. Segundo, porque es un Festival que se transmite por Teleantioquia y Telemedellín, que son prácticamente canales nacionales, y lo pueden ver en todas partes, algo que no pasaba en mi época. Tercero, porque es un Festival que todos los trovadores se han tomado muy en serio. Yo me doy cuenta que estos pelados desde enero se están preparando cada uno a su manera con muchas expectativas de participar, lo cual está muy bien. Eso quiere decir que ese Festival les ha devuelto una mística a los trovadores que es muy importante. Además, es un Festival que ha acercado a gente muy buena y de mucha calidad a la trova, ahí he sido jurado con Fernando Gaitán, con Gustavo Álvarez Gardeazábal, con Camilo Durán Casas (q. e. p. d.), gente muy buena, gente de la cultura y de las artes que, para utilizar una palabra bien paisa, se descrestan mucho con la trova.
L.F.D.: Usted menciona la preparación de los trovadores jóvenes, quienes se han convertido en protagonistas de este Festival en los últimos años. ¿Cree que las modalidades de trova que exige este Festival —como el pie forzado, el agota rima y el ratoneo— limitan a los trovadores de mayor edad?
C.A.B.: No creo que los limite, es cuestión de prepararse y de cogerle el tiro. Sí hay algunos que deben tener más habilidad para manejar las modalidades que otros, pero realmente no creo que a un trovador bueno hacer un pie forzado lo limite, no. A un trovador bueno póngalo a trovar en cualquier modalidad y lo hace bien, a los que limitan debe ser porque realmente son trovadores limitados. Y de eso se trata, no todos van a tener un mismo nivel porque hay unos mejores que otros. Ese Festival también es importante en apoyar ese tipo de cosas y en ser pionero en exigirles más a los trovadores, porque creo que la mera cuartetica de la trova tradicional es muy sencilla y cuando vos la dominas ¿cuál es el reto de ahí en adelante? Me parece bien que cada vez tengan más dificultades, porque estos festivales importantes le deben dificultar la vida a los trovadores, no facilitársela.
L.F.D.: ¿Por qué decidió volver a los escenarios de la trova?, primero en El Gran Trovador de El Teatrico y después en el Rey de Reyes 2013.
C.A.B.: Lo de El Teatrico lo hice por la amistad con Germán. Yo dejé de trovar por diez años pero nunca a mí nadie me ha escuchado decir que no voy a volver a trovar en un festival. Puede que este Rey de Reyes sea el último, o puede que no, pero yo nunca voy a decir que me retiré, porque cualquier circunstancia me puede hacer volver. Lo que pasa es que sí tengo que ser claro y sincero en decir que ya los festivales no me llenan como antes. Hace 20 años esperaba un festival con mucha hambre, pensaba en ganarlo y en mi interior me azuzaba y me preparaba para llegar dispuesto a ganar un festival. Esa era la actitud que yo tenía, ahora no, ya tomo las cosas muy reposadamente y ya no los disfruto tanto, entonces por eso no había vuelto a trova. En el Rey de Reyes quise participar para relajarme y pasar una noche divertida y chévere con unos amigos, pero no con la intención de volver a los festivales definitivamente.
L.F.D.: Y durante esa década de ausencia, ¿trovaba fuera de los escenarios?
C.A.B.: No, me alejé totalmente. En esa década pasaron años enteros en que yo no hice ni una sola trova, y si hacía una tanda de trova era mucho. A veces por ahí en reuniones familiares se pone uno a molestar con los primos, pero se puede decir que en los diez años estuve absolutamente alejado de la trova. Por eso me sorprendió un poco cuando fui a El Gran Trovador en El Teatrico, porque Germán y yo nos preguntábamos: “¿Nosotros cómo estaremos trovando?”. Pero me sentí trovando bien y me dije: “Bueno, pues hagámosle otra vez al Rey de Reyes, ahí como por molestar y ver qué pasa”.  Pero no sé si después vuelva a trovar, seguramente no.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Los niños en la trova

Por: León Felipe Duque S.
Reportaje radial realizado por León Felipe Duque y emitido por la Emisora de la Universidad Nacional de Colombia. Este reportaje se acerca a la historia de la participación de los niños en la trova antioqueña, a la educación de estos y a la conformación de proyectos artísticos ligados a la trova, como Los Marinillos y el Grupo Generación.



 Agradecimientos a los protagonistas de esta historia: Aldo Julián Ocampo, Leonardo Jiménez, William Giraldo 'El Mosco', Orlando Velásquez, Germán Carvajal 'Minisicuí', James Estiven Alzate 'Cartucho', Mateo Jiménez 'Dinamita', Miguel Ángel Zuluaga 'El Descachado' y Ovidio Moncada.

viernes, 3 de mayo de 2013

"La trova, aunque ha progresado, se ha mecanizado un poco"

Por: León Felipe Duque S.
Foto: http://www.facebook.com/mario.tierra.1
De pantalón café oscuro, camisa blanca manga larga, sombrero blanco de cinta negra, poncho, carriel, zurriago y machete envainado, se sube Mario de Jesús Mosquera, más conocido como ‘Mario Tierra’, al escenario. Su pinta que recuerda los ancestros arrieros de Antioquia no pasa desapercibida ni en este tipo de eventos, que se caracterizan por la importancia que se le otorga a la tradición.

Desde hace unos años, los participantes de los festivales nacionales de la trova cada vez conservan menos la vestimenta tradicional paisa que años atrás era tan común que parecía obligatoria. ‘Mario Tierra’ no sólo no se avergüenza de seguir subiéndose así a trovar, sino que le duele que esta costumbre se haya perdido y que la mayoría de los jóvenes troven vestidos de otra manera.

Él vive con su familia en Miami y desde hace más de 20 años se ha presentado en diversos escenarios de Estados Unidos, no sólo con la trova antioqueña, sino también con su música y obras como “Pobres pero en Miami”. A Medellín viaja cada año a disfrutar de la Feria de las Flores y a participar de los festivales nacionales de la trova pero, más que con la intención de ganarlos, lo hace porque se considera uno de los trovadores a los que les gusta escuchar  esta  manifestación artística, que aún no pierde vigencia y sigue atrayendo a muchas personas.

León Felipe Duque: ¿Cómo fue la infancia de ‘Mario Tierra’?
Mario Tierra: Fue muy bonita y, aunque había mucha pobreza, era una pobreza sin hambre. Yo nací en la vereda La Loma de Fredonia rodeado de agricultura, en ese tiempo se sembraba mucho y por eso desde niño he sido un enamorado de la tierra. No conocí ningún lujo ni nada pero fui muy alegre.

L.F.D.: ¿Y cómo se acercó a la poesía y a la trova?
M.T.: Cuando pude leer el primer libro. Desde ahí me enamoré, sobre todo de la poesía. Fui un gran admirador de poetas aunque tuve poco acceso a los libros. Estudié nada más dos años en una escuelita donde un día era para los niños y otro para las niñas. Pero tuve una gran maestra y me aficioné a los versos. Allá la trova era trivial, cualquiera hacía versos, sobre todo en las cosechas de café. Como las cosechas se trabajan por surcos, entonces el que estaba en el surco de acá de pronto le lanzaba un verso al otro, al amigo o a la amiga. Muchas veces se sucedían algo así como tandas, era otra modalidad inclusive. Ahí empecé a ver y a escuchar la trova, en las cosechas de café.

L.F.D.: ¿Eran frecuentes esas disputas en trova?
M.T.: Allá realmente no se daban disputas en trova, yo diría que se cantaba primero la copla. Se escuchaban muchas,  como esa que inclusive todavía canta la gente: “Trove trove compañero/no se me quede calla’o/que además dirá la gente/que lo tengo agallina’o”. Entonces un tipo le podía cantar a una campesina y el otro contestaba. No contestando en sí la trova, pero sí con otra copla de las que eran frecuentes, por ejmplo: “Aquí está Rubén Mejía/que dizque sabe trovar/pero aquí se encontró a otro/que lo va a eliminar”, trovas muy simples. Pero, obviamente sí se reconocían algunos trovadores que eran mejores que los otros, que se destacaban. Entonces, de pronto, en un sábado de parranda cuando se bailaba al son de un tiple y una lira se daba a veces la trova. Porque, como usted sabe, la trova se dio mucho en las fondas, yo diría que principalmente en el Suroeste, sin querer decir que la trova nació en Antioquia, ya ustedes conocen las raíces que son muy profundas y muy lejanas.

L.F.D.: ¿Cómo se establece la diferencia entre una trova y una copla?
M.T.: La diferencia es que la una es improvisada y la otra no. Yo de joven tuve un amigo al que le gustaban mucho las coplas, pero las coplas que él cantaba no causaban ninguna sensación. Entonces le dije: “Bueno, pues si usted quiere yo le hago unas coplas”, y le hice un poco de coplitas con la misma métrica y la misma rima de la trova. Y él me decía: “Yo donde canto eso la gente se ríe y le gusta, me está yendo bien como coplero”. Coplero, entonces, quien canta versos hechos por él o por otros, muchas veces una trova que alguien improvisó es copiada y la cantan por ahí, entonces ya pasa de ser trova a copla. Y trovador es la persona que canta versos improvisados al compás de un instrumento.

L.F.D.: ¿Y cuándo comienza usted a trovar?
M.T.: Allá en el campo le hacía muchas coplitas a las muchachas bonitas, nací muy enamorado, y ya me conocían en el campo como una persona que enamoraba a las muchachas con versos. Cuando llegué a Medellín y asistí al primer Festival Nacional de la Trova, que si no estoy mal fue en el Parque Norte, escuché a los trovadores y me dije: “Esto yo lo conozco”. En ese entonces vivía en el Barrio Antioquia y había ido con un amigo, no teníamos ni pasaje, y cuando terminó el festival, a eso de la una de la mañana, nos devolvimos para el Barrio trovando. Tal vez mal, pero llegamos allá fue trovando, diciéndonos tonterías. Entonces dije: “Tengo que entrar a esto”. Al segundo festival no tuve opción todavía porque se rescataron unas personas ya muy versadas en la trova, entonces me dio como miedo, por ahí desde el tercero empecé el viacrucis.

L.F.D.: ¿Por qué viacrucis?
M.T.: Yo he sido un gran derrotado. He llegado a muchas finales pero nunca he sido Rey Nacional, me gané, eso sí,  muchos festivales en pueblos pero aquí no. Aquí realmente es muy difícil ganarse un festival porque la competencia es mucha, muy buena.

L.F.D.: ¿Qué diferencias hay entre esos primeros festivales y los actuales?
M.T.: Cuando veo estos festivales nuevos digo que están muy bien. Los jóvenes, e inclusive los niños, perpetúan la trova, podemos decir que así como van las cosas está garantizada para unos ochenta o cien años, mínimo. Pero antes sí era muy diferente porque la época era diferente, uno en ese tiempo no se mantenía nada informado, sino que salía con el verso totalmente improvisado. Ahora, sin decir que no son buenos trovadores, ya hay un disco duro lleno de información, entonces no es si no, cuando se está trovando, tocar la tecla. ¿Que un tema de política internacional? Ya está Chávez ahí, está Fidel y está Putin, etcétera, están todos los problemas políticos mundiales. No quiero decir que eso no tenga validez, ya estamos viviendo otra época, pero sí me parece que la trova, aunque ha progresado, se ha mecanizado un poco.

L.F.D.: ¿Y qué se pierde con esa “mecanización”?
M.T.: Perdió una esencia muy bonita que se llamaba ingenuidad. Por ejemplo, hablemos de algo que ocurrió una vez en un festival: un niño campesino se enfrentó a Jorge Mario Correa, un hombre de la ciudad que inclusive ya estaba estudiando medicina, entre otras cosas un gran trovador donde lo pararan. Cuando Jorge comenzó a hablar de la raíz cuadrada, el niño del campo le contestó que él no conocía la raíz cuadrada, sino la raíz puntuda que es la de la yuca. Eso causo una gran sensación y se vio muy bonito. Esa ingenuidad se perdió. Ahora es más perfecta la trova, más obvia y de más memoria.

L.F.D.: ¿Qué opina usted de las nuevas modalidades —el pie forzado, el agotarrima y el ratoneo— que implementó el Festival Nacional de la Trova Ciudad de Medellín?
M.T.: Hablemos del agotarrima por ejemplo, no es lo mismo para un hombre como yo de 67 años la memorización de rimas que para un joven. A mí me queda muy difícil memorizarme diez rimas, es más, tal vez cinco todavía me quedan difícil, pero un muchacho se puede meter, por ejemplo, 50 rimas al disco duro. Con esto se pierde un poco de improvisación y se le pierde ingenuidad, insisto, a la trova. En el caso del pie forzado, yo por ejemplo tiro la trova y cuando voy a inspirarme me jala de abajo el pie, yo quiero decir, por ejemplo, que “mi madre que está en el cielo pa’ darle mi corazón”, pero me acuerdo que abajo me espera: “Yo le doy mi corazón”. No es una crítica, sino más bien una observación, porque ¿qué es la inspiración? Es una idea muy sentida que te llega a la mente, hay gente que dice que sale del corazón, no lo sé, pero sale esa idea. Entonces se va a expresar la idea pero no puedes expresarla como tal, porque si vas a hablar de una mujer de ojos bellos pero te obligan a finalizar la trova diciendo: “a mí no me importa nada”, hay un contraste muy berraco.

L.F.D.: ¿Qué cree que pueda pasar en un futuro ante este panorama?
M.T.: Creo que el futuro me podría dar la razón de liberar la trova. En la actualidad se sacrifica el contenido para hacer el verso, entonces no sé, cuando veo a estos muchachos trovando los admiro mucho, me gusta escuchar a los jóvenes trovar pero de pronto más adelante se van a dar cuenta… En el Festival de Astrocol, que es un festival libre donde no hay agotarrima ni ratonéo ni nada de eso, se han escuchado unas trovas muy bonitas. Yo no me las daría de un exégeta de estas lides pero el verso y la inspiración deben ser libres.

L.F.D.: Se está perdiendo la vestimenta paisa en los trovadores...
M.T.: Sobre ese tema quiero sentar una sugerencia. Yo admiro mucho a los mejicanos y me compenetro mucho con ellos, un artista de allá sale a cantar verbi gratia “Los pollitos dicen”, que es lo que cantamos  desde niños, y esa gente pa’ cantar “Los pollitos dicen” se visten muy bien. No sé de dónde venga esa raíz de presentarse tan bien, usted en Méjico ve pasar 500 personas y entre las 500 pasan dos artistas y usted los reconoce. Y aquí yo creo que, sin querer decir que los trovadores se visten mal, por respeto a lo que hicieron los arrieros, por respeto a los primeros trovadores, deberíamos conservar esa imagen antioqueña. No es cuestión de vestirnos de lentejuelas, pero sí un traje que más o menos la gente diga al mirar: “Ese es un trovador, tiene que ver con el arriero, con el paisa". Yo les aconsejaría a los nuevos trovadores: usen trajes bonitos sin dejar de lado lo que usaban los paisas, y no se preocupen que yo he estado en muchos países y ser paisa no es sólo un orgullo en Antioquia y en Colombia, es un orgullo en el mundo. Nos respetan y creen que nosotros somos diferentes y yo creo que el paisa es muy diferente.

jueves, 28 de marzo de 2013

Salvo Ruiz, el gran poeta campesino

Por: León Felipe Duque S.

En una casa humilde a orillas del Río Cauca se está perdiendo poco a poco la historia de uno de los más grandes poetas populares de la historia de Antioquia, Manuel Salvador Ruiz, más conocido como Salvo Ruiz. Se está perdiendo porque Baudilio Ruiz, su nieto de 77 años, sobrevive en una vereda de Concordia gracias a la colaboración de algunos amigos a los que les ayudó hace ya más de 30 años, cuando alcanzó a ser concejal de Salgar y diputado a la Asamblea de Antioquia. 
Foto: http://concordia-antioquia.gov.co
Baudilio vive solo desde hace muchos años, después de que su mujer y sus hijos lo abandonaron:

“Ella me echó los hijos de enemigos, entonces eso se volvió una melodía ahí dura. Me fui para la costa y, estando por allá, a un hijo que era alcalde en Salgar le dio por ser buen hijo y le dijo a su hermano: ‘Dígale a papá que se venga a vivir a ese rancho que desocuparon ahí abajo que yo veo por él’. Me vine y no me ha dado una libra de sal, siendo alcalde y ganándose una pila de plata, y robando bastante. No arrima ni a saludarme”.

El nieto de Salvo se acostumbró a la soledad y a la vida humilde pero, más allá de las dificultades, todavía guarda en su memoria los recuerdos de su abuelo, con quien vivió muchos años y al que le decía “papá”. Salvo nació el 15 de julio de 1878 en Concordia y murió en Medellín el 1 de abril de 1961, a la edad de 82 años. Él mismo alcanzó a escribir su propia biografía en versos, por supuesto, que fue publicada en su libro Coplas y trovas, que recopila muchas de sus composiciones poéticas. Así inicia la historia de su vida contada a partir de 28 estrofas:

“Al mundo doy a saber
que fui nacido en Concordia
Departamento de Antioquia
República de Colombia.

El que quiera conocerme
soy Salvo Ruiz el de Elena
que llevo sobre mis hombros
más de ochenta nochebuenas.

Mi pobre madre me crió
envuelto en una pobreza
que nos cubría todo el cuerpo
de los pies a la cabeza.

En una escuela rural
aprendí a juntar las letras
y por mi facilidad
no me quedé analfabeta.

Y sin ir a los colegios
los copleros me respetan;
¡qué tal que hubiera estudiado
dónde fueran los poetas!”[i]

Esa referencia a una vida pobre está presente en muchas de las composiciones poéticas de Salvo Ruiz. Su nieto recuerda, gracias a lo que su familia le contaba, que la infancia de Salvo en el Suroeste estuvo llena de dificultades. Aunque su padre lo reconoció como hijo, nunca llevó su apellido y nunca vivió con él, su crianza estuvo a cargo de su madre Elena, a la cual Salvo nunca desamparó y siempre recordó en sus coplas y trovas.

“Cuando Elena se murió
quedó Salvo en un conflicto
bregando por consolarse
viéndose tan huerfanito.

Y alguno me preguntó
¿por qué está triste Salvito?
Yo le contesté llorando:
“será de verme solito”.

Desde entonces vive Salvo
tristemente llorosito
y la pena taladrando
matándome a pedacitos.

Todo termina o prescribe
o calma por un ratico
pero mi acerbo dolor
siempre vive fresquecito”[ii].

Así recordaba Salvo la muerte de su madre Elena, quien, según Baudilio, era “destronilladita”: “Pa’ él salir a conseguirse la vida por fuera, tenía que dejar a la mamá amarrada a la cama porque era algo destornilladita, así se podía ir tranquilo y volver a ver por ella, porque Salvo fue el único hijo que vivió con la mamá”. Elena fue siempre una de sus grandes inspiraciones y una mujer por la que trabajó mucho desde pequeño.

De los trabajos de Salvo, Baudilio sólo recuerda uno, el de tabaquero:

“Él cosechaba tabaco, a mí no me tocó esa época pero él me contaba que hacían caneyes, unos rancho en forma de triángulo llenos de palos en el medio para colgar el tabaco, ahí lo secaban. Esas cosechas las hacían en los montes de Favorita, en Concordia, y en los caneyes, como el tabaco iba alto, debajo hacían bailes, baile bravo le llamaban. Uno tocaba un tiple, otro le daba a un taburete y otro le daba a un cajón, y hacían unos bailes tremendos, al son de la música que sacaban ellos mismos ahí”.

El mismo Salvo alcanzó a registrar en versos ese y otros trabajos que tuvo en el Suroeste:

“Cuando yo fui agricultor
y cosechaba tabaco
en los aliños bailábamos
todas las noches un rato.

Las mismas alisadoras
nos vendían el aguardiente
para nosotros cantar
y ellas bailar dulcemente.

Cuando yo estaba soltero
trabajé en los cafetales
cantando a las chapoleras
por las noches en los bailes.

Otro tiempo trabajé
en las laderas del Cauca
para salir a trovar
los sábados a La barca”[iii].

Salvo era bien conocido en las fondas y las posadas arrieras por sus grandes capacidades como trovador. Precisamente la arriería es uno los principales referentes históricos de trova antioqueña, ya que los arrieros fueron los que más la cultivaron, disfrutaron y difundieron. “En horas de ocio, los arrieros se dedicaban a cantar las trovas pulsando tiples, a contar historias de fantasmas y aparecidos o a enamorar las mujeres de la región. Y si era fin de semana, todo terminaba en grandes fiestas, pues allí se encontraban con los campesinos que llegaban a las fondas para disfrutar, hacer torneos de coplas, de tejo y, por supuesto, jugar la baraja y el dado”[iv].

Allí Salvo trovaba continuamente con muchos otros reconocidos trovadores de la época: Manuel Antonio Ortiz, Celestino Mejía, Justo Pastor Correa, Florentino Londoño, Fernando Zea, Manuel Rodas, Saturnina Balsán, Zoila Toro, entre otros. Y, por supuesto, con Antonio José Restrepo, mejor conocido como ‘Ñito’ Restrepo, quien además de ser abogado, periodista, diplomático, filósofo, filólogo y escritor, nunca perdió sus raíces antioqueñas y cada tanto volvía al Suroeste a trovar y a disfrutar de su tierra.

Salvo siempre recordaba su primer encuentro con ‘Ñito’ Restrepo, quien ya era un trovador de renombre, mientras él apenas daba sus primeros pasos en la trova. Así relata ese encuentro en una entrevista con Pablo Restrepo López:

“Una tarde supe que (Ñito) estaba bebiendo trago en ‘Otramina’, en la fonda de Emiliano Taborda y allá me fui. Al poco rato de haber llegado oí cuando Ñito le dijo a Emiliano: ‘Bueno hombre, ¿qué diablos se hicieron los trovadores buenos de aquí, que no los veo?’. Taborda le contestó: ‘Esos gallos se han ido casi todos de por aquí, pero ahí tenemos un pollo que apenas está apuntando de espuela y ya ha ganado buenas riñas; véalo allí, es hijo de Elena Ruiz, y el padre dicen que es Vicente González. ¿Por qué no lo capotea?’.

Ñito —continúa Salvo— me llamó entonces diciéndome: ‘¿Conque eres hijo nada menos que de Vicentón? Ven acá a ver qué fue lo que te enseñó tu padre’. Yo me acerqué, nervioso, cogí el tiple que me ofrecieron, me zampé un aguardiente y comenzamos a templar. Al momento Ñito me saludó con una copla que se me olvidó, yo le contesté y comenzamos a trovar lo más sabroso de mi vida. El me trataba con mucho cariño y consideración (…) Pero llegó un momento en el que me quiso agallinar para toda la vida, y me soltó la copla esa tan conocida, sobre la Virgen Santísima y como yo le contesté como mi Dios me ayudó, rápidamente, el gran gallo se levantó del taburete y me dijo abrazándome: ‘Siquiera te conocí, muchacho’”[v].

“Contéstame Salvo Ruiz
que te voy a preguntar:
¿Cómo pariendo la Virgen
doncella pudo quedar?

Y Salvo, sin vacilaciones, despejó el abismal interrogante con esta respuesta más abismal todavía:

Óigame doctor Restrepo
que te voy a contestar:
Tire una piedra en el agua;
abre y se vuelve a cerrar.
Así pariendo la Virgen
doncella pudo quedar”[vi]

El periodo de La Violencia que vivió Colombia a mediados del siglo XX fue una de las principales causas de los procesos migratorios que se dieron a lo largo del país en este periodo histórico. La lucha armada irregular entre liberales y conservadores por intereses socio-económicos asesinó y desplazó a campesinos a lo largo y ancho del país. Muchos de los que sobrevivieron, al ser despojados de sus tierras, buscaron refugio en las grandes ciudades, como Manuel Salvador Ruiz, quien tuvo que dejar el Suroeste y desplazarse a Medellín.

El desplazamiento de Salvo a la ciudad fue muy particular y su nieto Baudilio conoció la historia de primera mano:

“Él se tuvo que ir de Salgar porque era liberal, muy liberal, y sectario a la vez. En esa época el jefe conservador de Salgar era un señor Libardo Vélez y cualquier día sacaron a toda la gente de La Clara y quemaron las casas. A Salvo lo dejaron pa’ que les hiciera de comer a unos tenientes y policías conservadores. Cuando uno de los conservadores se dio cuenta que Salvo era liberal lo sacó de una y le dijo: ‘Empaque y se me va de aquí, pero pa’ mañana es tarde’.

Cuando el jefe conservador de Salgar, que conocía y estimaba a Salvo, se dio cuenta que lo echaban de allá, entonces le mandó dos arrieros con doce mulas, para que sacaran el equipaje y la familia de Salvo. Con los arrieros recorrieron diez kilómetros, que es lo que hay de La Clara a Salgar. Cuando salieron a la carretera por Salgar ya don Libardo Vélez le tenía un carro ahí disponible para que los llevara a Bolombolo. Y en Bolombolo el tren los estaba esperando porque, como los conservadores mandaban en esa época, detuvieron el tren hasta que Salvo bajara con su equipaje y su familia. De ahí lo llevaron a Medellín hasta la estación del ferrocarril, todo por cuenta del jefe conservador de Salgar, siendo Salvo muy liberal”.

“Jesucristo padeció
siete semanas y un día
y aquí llevamos siete años
de persecución seguida.

Volvió la chusma judía
a buscar otro Jesús
y les colocó a los rojos
el madero de la Cruz.

En el huerto sudó sangre
Jesús el justo cordero
y aquí sudamos los rojos
cuando llegan los chusmeros.

La soga con que arrastraron
a Jesús de la garganta
les sirve hoy para arrastrar
en las plazas las estatuas”[vii].

A pesar del amor de salvo por el partido Liberal y de que algunos conservadores lo odiaban, su gran talento y su capacidad para compartir con la gente lo salvaron de un destierro más trágico. En Medellín conoció muchos amigos y en muchos lugares demostró sus capacidades como poeta e improvisador.

“Contaba Salvo en aquel tiempo con unos setenta años, era de mediana estatura, moreno y de cuerpo macizo. Sus ojos, a pesar de su edad avanzada, mostraban vivacidad y en sus gruesos labios jugaba una sonrisa ingenua, de niño. La frente amplia y abombada, la nariz prominente con la punta un poco caída y un moderado prognatismo, constituían los rasgos más salientes de aquella cautivante estampa humana”[viii].

Así lo describió el médico Jorge Franco Vélez, quien lo conoció recién llegado a Medellín.

Pero la vida de Salvo en la ciudad no fue nada fácil. Baudilio recuerda con tristeza las dificultades por las que pasó su abuelo en Medellín: “Vivió cosas muy malucas porque le llegó una época en Medellín muy triste económicamente y cuando Salvo murió estaba de limosna. Salvo se hizo grande fue después de muerto, cuando ya uno no necesita nada”. El mismo Salvo plasmó en versos sus dificultades económicas en la ciudad e, incluso, le hizo una petición directa al partido Liberal, para el que tantas veces cantó en el Directorio Liberal de Antioquia, con el fin de que le ayudara en su delicada situación.

“A esta Corporación
le voy a poner presente
que hay mucha gente sin casa
y hay muchas casas sin gente.

Yo vivo en un rancho ajeno
y todos los días me corren
imploro su protección
a ver con qué me socorren.

Tengo una docena de hijos
envueltos en tal pobreza
que nos cubre todo el cuerpo
de los pies a la cabeza.

 (…) Y soy viejo veterano
del partido liberal
que necesito el auxilio
háganlo por caridad”[ix].

Esta trova de Salvo Ruiz dista mucho de la trova que se hace actualmente en Medellín. Para salvo era más importante el contenido que la rima y la métrica, y eso se hace evidente cuando se leen sus versos. Incluso le decía a su nieto que cuando no alcanzaba a cerrar una idea en los versos establecidos tenía que seguir con más para darle sentido a la estrofa: “Es que todo mundo nos equivocamos y cuando uno ve que no le rimó bien tiene que seguir buscándole el final, pa’ que quede bonito”.

“El humilde Salvo Ruiz”, como se autodenominaba él mismo en muchas de sus composiciones poéticas, además de terminar sus últimos años con problemas económicos, también vivió aquejado por múltiples dolencias. Baudilio, quien trabajaba en ese tiempo con la empresa de transportes Copetran, le ayudaba con lo que podía:

“La única entrada que tenía Salvo en Medellín era de Séfora, su hija, que era la secretaria general o cajera general en el Seguro Social. De pronto ella resolvió casarse, entonces se quedaron sin sueldo ni nada y los hijos eran bebedorcitos en la calle, así que la plata que llevaban a la casa era muy poquita. A Salvo le tocó luchar duro, duro, duro y sufrir. Yo cuando podía les llevaba mercado, les traía de la carretera un racimo de plátano o compraba algo y lo llevaba pa’ la casa. Pero Salvo siempre llevó del bulto en Medellín”.

Aun con tantas dificultades que tuvo en la ciudad, Salvo en su obra refleja la apatía que le producía volver a la tierra de la cual lo habían desplazado y, por el contrario, hablaba muy bien de Medellín. En una entrevista que le hicieron en el café La Bastilla, la cual respondió en verso, a la pregunta de cómo le parecía Medellín Salvo respondió:

“Si el cielo fuera bajito
y en carro se pudiera ir,
yo pudiera asegurar
que el cielo era Medellín”[x].

Así pasó, pues, Salvo sus últimos días hasta que lo visitó la muerte, a la que él en muchas de sus trovas le cantaba. Manuel Salvador Ruiz dejó un gran legado en la historia de la literatura antioqueña que ha sido menospreciado, a la sombra de los escritores y poetas “cultos” del departamento. Una de sus coplas, la cual fue premiada en 1902 por la Academia Española con 20 dólares, es casi un resumen de la vida de este gran poeta campesino:

“Esta noche canto aquí
para mañana llorar
porque siempre la alegría
es la puerta del pesar.”[xi]



[i] Ruiz, Salvo (1980). Coplas y trovas. Medellín : Bedout
[ii] Ibíd.
[iii] Ibíd.
[iv] Gobernación de Antioquia (2007). Arrieros somos, forjadores de vida. Medellín: Casa Editorial El Mundo.
[v] Ruiz, Salvo (1980). Coplas y trovas. Medellín : Bedout
[vi] Salvo Ruiz. un genial trovador antioqueno (14 de diciembre de 1968). Distritos, (No. 14). p. 50-51.
[vii] Ruiz, Salvo (1980). Coplas y trovas. Medellín : Bedout
[viii] Ibíd.
[ix] Ibíd.
[x] Ibíd.
[xi] Ibíd.