De
pantalón café oscuro, camisa blanca manga larga, sombrero blanco de cinta
negra, poncho, carriel, zurriago y machete envainado, se sube Mario de Jesús
Mosquera, más conocido como ‘Mario Tierra’, al escenario. Su pinta que recuerda
los ancestros arrieros de Antioquia no pasa desapercibida ni en este tipo de
eventos, que se caracterizan por la importancia que se le otorga a la
tradición.
Desde
hace unos años, los participantes de los festivales nacionales de la trova cada
vez conservan menos la vestimenta tradicional paisa que años atrás era tan
común que parecía obligatoria. ‘Mario Tierra’ no sólo no se avergüenza de
seguir subiéndose así a trovar, sino que le duele que esta costumbre se haya
perdido y que la mayoría de los jóvenes troven vestidos de otra manera.
Él
vive con su familia en Miami y desde hace más de 20 años se ha presentado en
diversos escenarios de Estados Unidos, no sólo con la trova antioqueña,
sino también con su música y obras como “Pobres pero en Miami”. A Medellín viaja
cada año a disfrutar de la Feria de las Flores y a participar de los festivales
nacionales de la trova pero, más que con la intención de ganarlos, lo hace
porque se considera uno de los trovadores a los que les gusta escuchar esta
manifestación artística, que aún no pierde vigencia y sigue atrayendo a
muchas personas.
León Felipe Duque: ¿Cómo fue la infancia
de ‘Mario Tierra’?
Mario Tierra: Fue muy
bonita y, aunque había mucha pobreza, era una pobreza sin hambre. Yo nací en la
vereda La Loma de Fredonia rodeado de agricultura, en ese tiempo se sembraba
mucho y por eso desde niño he sido un enamorado de la tierra. No conocí ningún
lujo ni nada pero fui muy alegre.
L.F.D.: ¿Y cómo se acercó a la
poesía y a la trova?
M.T.: Cuando pude
leer el primer libro. Desde ahí me enamoré, sobre todo de la poesía. Fui un gran
admirador de poetas aunque tuve poco acceso a los libros. Estudié nada más dos
años en una escuelita donde un día era para los niños y otro para las niñas.
Pero tuve una gran maestra y me aficioné a los versos. Allá la trova era
trivial, cualquiera hacía versos, sobre todo en las cosechas de café. Como las
cosechas se trabajan por surcos, entonces el que estaba en el surco de acá de
pronto le lanzaba un verso al otro, al amigo o a la amiga. Muchas
veces se sucedían algo así como tandas, era otra modalidad inclusive. Ahí
empecé a ver y a escuchar la trova, en las cosechas de café.
L.F.D.: ¿Eran frecuentes esas
disputas en trova?
M.T.: Allá
realmente no se daban disputas en trova, yo diría que se cantaba primero la
copla. Se escuchaban muchas, como esa
que inclusive todavía canta la gente: “Trove trove compañero/no se me quede
calla’o/que además dirá la gente/que lo tengo agallina’o”. Entonces un tipo le
podía cantar a una campesina y el otro contestaba. No contestando en sí la
trova, pero sí con otra copla de las que eran frecuentes, por ejmplo: “Aquí
está Rubén Mejía/que dizque sabe trovar/pero aquí se encontró a otro/que lo va
a eliminar”, trovas muy simples. Pero, obviamente sí se reconocían algunos
trovadores que eran mejores que los otros, que se destacaban. Entonces, de
pronto, en un sábado de parranda cuando se bailaba al son de un tiple y una
lira se daba a veces la trova. Porque, como usted sabe, la trova se dio mucho
en las fondas, yo diría que principalmente en el Suroeste, sin querer decir que
la trova nació en Antioquia, ya ustedes conocen las raíces que son muy
profundas y muy lejanas.
L.F.D.: ¿Cómo se establece la
diferencia entre una trova y una copla?
M.T.: La
diferencia es que la una es improvisada y la otra no. Yo de joven tuve un amigo
al que le gustaban mucho las coplas, pero las coplas que él cantaba no causaban
ninguna sensación. Entonces le dije: “Bueno, pues si usted quiere yo le hago
unas coplas”, y le hice un poco de coplitas con la misma métrica y la misma
rima de la trova. Y él me decía: “Yo donde canto eso la gente se ríe y le
gusta, me está yendo bien como coplero”. Coplero, entonces, quien canta versos
hechos por él o por otros, muchas veces una trova que alguien improvisó es
copiada y la cantan por ahí, entonces ya pasa de ser trova a copla. Y trovador
es la persona que canta versos improvisados al compás de un instrumento.
L.F.D.: ¿Y cuándo comienza
usted a trovar?
M.T.: Allá en el
campo le hacía muchas coplitas a las muchachas bonitas, nací muy enamorado, y
ya me conocían en el campo como una persona que enamoraba a las muchachas con
versos. Cuando llegué a Medellín y asistí al primer Festival Nacional de la
Trova, que si no estoy mal fue en el Parque Norte, escuché a los
trovadores y me dije: “Esto yo lo conozco”. En ese entonces vivía en el Barrio Antioquia
y había ido con un amigo, no teníamos ni pasaje, y cuando terminó el festival,
a eso de la una de la mañana, nos devolvimos para el Barrio trovando. Tal vez
mal, pero llegamos allá fue trovando, diciéndonos tonterías. Entonces dije:
“Tengo que entrar a esto”. Al segundo festival no tuve opción todavía porque se
rescataron unas personas ya muy versadas en la trova, entonces me dio como
miedo, por ahí desde el tercero empecé el viacrucis.
L.F.D.: ¿Por qué viacrucis?
M.T.: Yo he sido
un gran derrotado. He llegado a muchas finales pero nunca he sido Rey Nacional,
me gané, eso sí, muchos festivales en
pueblos pero aquí no. Aquí realmente es muy difícil ganarse un festival porque
la competencia es mucha, muy buena.
L.F.D.: ¿Qué diferencias hay
entre esos primeros festivales y los actuales?
M.T.: Cuando veo
estos festivales nuevos digo que están muy bien. Los jóvenes, e inclusive los
niños, perpetúan la trova, podemos decir que así como van las cosas está
garantizada para unos ochenta o cien años, mínimo. Pero antes sí era muy diferente
porque la época era diferente, uno en ese tiempo no se mantenía nada informado,
sino que salía con el verso totalmente improvisado. Ahora, sin decir que no son
buenos trovadores, ya hay un disco duro lleno de información, entonces no es si
no, cuando se está trovando, tocar la tecla. ¿Que un tema de política
internacional? Ya está Chávez ahí, está Fidel y está Putin, etcétera, están
todos los problemas políticos mundiales. No quiero decir que eso no tenga
validez, ya estamos viviendo otra época, pero sí me parece que la trova, aunque
ha progresado, se ha mecanizado un poco.
L.F.D.: ¿Y qué se pierde con
esa “mecanización”?
M.T.: Perdió una
esencia muy bonita que se llamaba ingenuidad. Por ejemplo, hablemos de algo que
ocurrió una vez en un festival: un niño campesino se enfrentó a Jorge Mario
Correa, un hombre de la ciudad que inclusive ya estaba estudiando medicina,
entre otras cosas un gran trovador donde lo pararan. Cuando Jorge comenzó a
hablar de la raíz cuadrada, el niño del campo le contestó que él no conocía la
raíz cuadrada, sino la raíz puntuda que es la de la yuca. Eso causo una gran
sensación y se vio muy bonito. Esa ingenuidad se perdió. Ahora es más perfecta
la trova, más obvia y de más memoria.
L.F.D.: ¿Qué opina usted de las
nuevas modalidades —el pie forzado, el agotarrima y el ratoneo— que implementó
el Festival Nacional de la Trova Ciudad de Medellín?
M.T.: Hablemos
del agotarrima por ejemplo, no es lo mismo para un hombre como yo de 67 años la
memorización de rimas que para un joven. A mí me queda muy difícil memorizarme
diez rimas, es más, tal vez cinco todavía me quedan difícil, pero un muchacho
se puede meter, por ejemplo, 50 rimas al disco duro. Con esto se pierde un poco
de improvisación y se le pierde ingenuidad, insisto, a la trova. En el caso del
pie forzado, yo por ejemplo tiro la
trova y cuando voy a inspirarme me jala de abajo el pie,
yo quiero decir, por ejemplo, que “mi madre que está en el cielo pa’ darle mi corazón”, pero
me acuerdo que abajo me espera: “Yo le doy mi corazón”. No es una
crítica, sino más bien una observación, porque ¿qué
es la inspiración? Es una idea muy sentida que te llega a la mente, hay gente
que dice que sale del corazón, no lo sé, pero sale esa idea. Entonces se va a
expresar la idea pero no puedes expresarla como tal, porque si vas a hablar de
una mujer de ojos bellos pero te obligan a finalizar la trova diciendo: “a mí
no me importa nada”, hay un contraste muy berraco.
L.F.D.: ¿Qué cree que pueda
pasar en un futuro ante este panorama?
M.T.: Creo que el
futuro me podría dar la razón de liberar la trova. En la actualidad se sacrifica el
contenido para hacer el verso, entonces no sé, cuando veo a estos muchachos
trovando los admiro mucho, me gusta escuchar a los jóvenes trovar pero de pronto
más adelante se van a dar cuenta… En el Festival de Astrocol, que es un
festival libre donde no hay agotarrima ni ratonéo ni nada de eso, se han
escuchado unas trovas muy bonitas. Yo no me las daría de un exégeta de estas
lides pero el verso y la inspiración deben ser libres.
L.F.D.: Se está perdiendo la
vestimenta paisa en los trovadores...
M.T.: Sobre ese tema quiero sentar una sugerencia. Yo admiro mucho a los mejicanos y me
compenetro mucho con ellos, un artista de allá sale a cantar verbi gratia “Los
pollitos dicen”, que es lo que cantamos
desde niños, y esa gente pa’ cantar “Los pollitos dicen” se visten muy
bien. No sé de dónde venga esa raíz de presentarse tan bien, usted en Méjico ve
pasar 500 personas y entre las 500 pasan dos artistas y usted los reconoce. Y
aquí yo creo que, sin querer decir que los trovadores se visten mal, por
respeto a lo que hicieron los arrieros, por respeto a los primeros trovadores,
deberíamos conservar esa imagen antioqueña. No es cuestión
de vestirnos de lentejuelas, pero sí un traje que más o menos la gente diga al
mirar: “Ese es un trovador, tiene que ver con el arriero, con el paisa". Yo les
aconsejaría a los nuevos trovadores: usen trajes bonitos sin dejar de lado lo
que usaban los paisas, y no se preocupen que yo he estado en muchos países y
ser paisa no es sólo un orgullo en Antioquia y en Colombia, es un orgullo en el
mundo. Nos respetan y creen que nosotros somos diferentes y yo creo que el
paisa es muy diferente.
He comentado con algunos trovadores sobre la conveniencia de promover el rescate del sentimiento profundo campesino, la poesía sencilla pero sentida y al alcance de la comprensión popular, la copla o la décima con contenido perdurable, cocinada a fuego lento hasta que hierve en el instante de su expresión verbal o escrita.
ResponderEliminarSoy consciente de que al calor de la competencia trovera resulta bastante improbable encontrar la imagen evocadora, lírica, pues los escasos segundos y el estrés escénico exigen una respuesta ágil y que cumpla con los requisitos mínimos de métrica y rima, pero en estos tiempos en que empiezan a abrirse espacio la "comida lenta" --en oposición a la tóxica "comida rápida"- y otras opciones lentas, valdría la pena promover la "trova lenta", por decirlo de algún modo.
Felicitaciones por la entrevista y por la importante labor que adelanta desde esta ventana. :)