En enero de 2013 visité a Ramiro Gómez con el fin de hacerle una sombra periodística, técnica poco común en el periodismo, en la que se acompaña a un personaje durante un día y se escribe sobre lo ocurrido.
Foto: http://www.facebook.com/ramiro.gomez.965 |
A las 11 de la mañana llegué
al parque principal de El Santuario. Pensé en el lugar más indicado para
encontrarme con él y me dirigí al atrio de la Iglesia de Nuestra Señora del
Rosario de Chiquinquirá.
—Aló, ¿Buenos días?
—Buenos días, ¿Ramiro?
—Sí, con él.
—Habla con Felipe, el periodista.
—¿Qué más Felipe, cómo está?
—Bien ¿y usted cómo está?
—Muy bien gracias a Dios.
—Ramiro, yo ya estoy en el parque, al lado de la iglesia.
—Listo, espéreme ahí, termino de hacer una cosita y ya le caigo.
—Buenos días, ¿Ramiro?
—Sí, con él.
—Habla con Felipe, el periodista.
—¿Qué más Felipe, cómo está?
—Bien ¿y usted cómo está?
—Muy bien gracias a Dios.
—Ramiro, yo ya estoy en el parque, al lado de la iglesia.
—Listo, espéreme ahí, termino de hacer una cosita y ya le caigo.
Era sábado y en el parque
principal de El Santuario había poco movimiento. Adentro de la iglesia los
fieles participaban de la habitual eucaristía matutina, mientras que yo
esperaba afuera a Ramiro. Sabía que lo iba a reconocer fácilmente porque desde
hace más o menos quince años lo he visto en carteles y en festivales de trova.
La última vez que lo vi fue el pasado 3 de agosto en la primera eliminatoria
del VIII Festival Nacional de la Trova Ciudad de Medellín, de la cual salió
eliminado.
Unos minutos después lo vi
acercándose. Vestía una camisa a rayas con un tribal estampado a un lado del
pecho, una camiseta amarilla debajo que sobresalía en la parte del cuello, un
bluyín ancho, unos tenis Croydon rojos y una cachucha de color claro.
Definitivamente era ‘Tutifruti’. Me saludó de manera muy amble, como los días
anteriores en los que me había comunicado con él por medio del celular, y le
conté que lo iba a estar acompañando en su cotidianidad con el fin de realizar
un trabajo periodístico.
Me pidió que nos
dirigiéramos a la Casa de la Cultura, no sin antes presentarme a ‘El Juagao’,
un personaje al que Ramiro invita como compañero de trova a algunos eventos de
“El show de Tutifruti. Trovas música y humor”, como dice su tarjeta de
presentación. ‘El Juagao’ fue el primero de una larga lista de personas a las
que me presentó Ramiro. Todo el mundo lo conoce en El Santuario y él a todos
los saluda con la gentiliza propia de su origen campesino.
Camino a la Casa de la
Cultura me dijo que le gusta mucho ir a ese lugar a buscar a sus padres en una
serie de fotografías históricas.
—¿Ya murieron?
—No, gracias a Dios todavía están vivos. Lo que pasa es que mi mamá me dice que ella está en una de esas fotos pero he buscado y buscado y nunca la encuentro.
—No, gracias a Dios todavía están vivos. Lo que pasa es que mi mamá me dice que ella está en una de esas fotos pero he buscado y buscado y nunca la encuentro.
—Yo me venía a revisar las
fotos buscando a mis papás muchas tardes. Vea, ellos deberían estar más o menos
así, de la edad que tiene esta pareja.
Las fotos en la pared se ven
interrumpidas por una vitrina con animales disecados. Algunos eran de la zona y
Ramiro iba identificando cada uno y hablando de ellos. Todo le llamaba la
atención y la curiosidad no lo dejaba estar quieto o callado. Después de ver
unas imágenes más, nos dirigimos a un busto de un sacerdote muy recordado en El
Santuario.
—¿En qué parte vivía?
—En Montañita.
—¿Esa vereda no hace parte de Marinilla?
—Sí, eso queda ahí entre Marinilla y El Santuario.
—Entonces ¿usted es marinillo o santuariano?
—Santuariano.
De camino al parque
principal me contó cómo se dio cuenta de que estaban realizando el Festival Nacional
de la Trova de 1997, no sin antes detenerse, en un par de ocasiones, para
presentarme algunos conocidos.
—Yo ya había participado en
algunos festivales nacionales y nunca había podido ganar. Ese año me dije: “Si
no me lo gano no vuelvo a participar”, y me lo gané.
—¿Y cuánto se ganó en esa época?
—Dos millones de pesos, que en ese entonces era mucha plata.
—¿Y en qué se los gastó?
—Imagínese que en ese tiempo había una cooperativa muy famosa aquí y me buscaron para que metiera la plata ahí. Cuando estaba a punto de meterla me contaron que esa cooperativa se iba a quebrar y me salvé, porque fue verdad.
—¿Entonces qué hizo?
—La guardé en Conavi. Siempre mantenía una libretica de la abejita… Hace un tiempo hice una caricatura, para el periódico Sin Fronteras de aquí de El Santuario, y a una abejita de la película Bee Movie le puse la carita de Conavi, estaba desempleada.
—Entonces ¿además de humorista y de trovador es caricaturista?
—Sí, yo dibujo caricaturas de muchas cosas, pero tengo un estilo muy particular, parecido al que se usa en las pinturas de las chivas.
—¿Y cuánto se ganó en esa época?
—Dos millones de pesos, que en ese entonces era mucha plata.
—¿Y en qué se los gastó?
—Imagínese que en ese tiempo había una cooperativa muy famosa aquí y me buscaron para que metiera la plata ahí. Cuando estaba a punto de meterla me contaron que esa cooperativa se iba a quebrar y me salvé, porque fue verdad.
—¿Entonces qué hizo?
—La guardé en Conavi. Siempre mantenía una libretica de la abejita… Hace un tiempo hice una caricatura, para el periódico Sin Fronteras de aquí de El Santuario, y a una abejita de la película Bee Movie le puse la carita de Conavi, estaba desempleada.
—Entonces ¿además de humorista y de trovador es caricaturista?
—Sí, yo dibujo caricaturas de muchas cosas, pero tengo un estilo muy particular, parecido al que se usa en las pinturas de las chivas.
La risa y la picardía están presentes en cada
momento. “Tuti”, como le dicen muchos amigos, siempre tiene una mueca distinta
para hacer y sus expresiones son exageradas, como las de un buen campesino
antioqueño. Después de pasar de la trova a la caricatura me llevó al Café Bar
Sin Nombre y a una cafetería sin nombre. En el primero, me mostró un serie de
fotografías colgadas en la pared de algunos personajes importantes del pueblo y
de Antioquia, en una de ellas estaba él, en el campo y trovando.
En el segundo, me mostró
varias caricaturas que él había realizado de diferentes personajes,
especialmente de El Santuario. Me dio información de cada uno de ellos e
incluso me contó a quienes no les había gustado mucho que los hubiera
caricaturizado. Saliendo de la cafetería continuamos hablando de caricatura, me
contó que precisamente estaba realizando un autorretrato en caricatura en esos
momentos y lo tenía a medio hacer. Así que nos fuimos hacia su casa, después de
que me llevara a conocer el Museo José María Córdova y el Museo Artístico
Guillermo Zuluaga “Montecristo”, que en ese momento estaban cerrados.
Ramiro vive a una cuantas
cuadras del parque principal. Hay que subir un poco y desde la puerta de su
casa se puede divisar el inicio del campo, que Ramiro no termina de dejar. Desde
que llegó de Montañita siempre ha vivido en la misma zona de El Santuario. Al
entrar a su casa, lo primero que se ve son dos paredes llenas de
reconocimientos y afiches de festivales de la trova en los cuales participó.
Todo esto acompañado de algunas imágenes de humor.
Sobre una pequeña mesa,
estaba abierto un portátil con una imagen de Ramiro sosteniendo un trofeo —de
virrey del Primer Festival de la Trova Vereda Concordia de El Peñol 2012— y haciendo
una de sus recurrentes muecas. Al lado del computador, una hoja y un lápiz con
una caricatura a medio hacer basada en la foto del portatil.
—Uso mucho mi retrato para
hacer caricaturas, siempre las meto por ahí en el periódico entre los muchos
personajes que dibujo.
Después de terminar su caricatura,
le dijo a su hija que me mostrara las fotos de sus últimos reconocimientos en
el computador: el antes mencionado y el de rey del Festival de la Trova Fiestas
del Retorno 2012, en Granada. En todas las fotos aparecía alegre, con una
expresión diferente, pero siempre alegre. Con el mismo entusiasmo que refleja
en la imagen de un artículo de El Colombiano que está en la pared, tomada en el
Palacio de Exposiciones la noche en la que se consagró rey nacional de la
trova.
Mientras su hija pasaba las
fotos en el computador, fue por algunos ejemplares del periódico en el que publica
sus caricaturas y me mostró varias. Después sacó un cuaderno en el que estaba
haciendo un libreto de culebrero para sus presentaciones y un bolso lleno de hojas
y cuadernos con chistes, recogidos a lo largo de muchos años. Antes de salir de
su casa, Ramiro no sólo me siguió mostrando cosas realizadas por él, sino
también por sus hijos.
Me dijo que me iba a llevar
a un lugar donde se amañaba mucho en las tardes. En el camino recogió un papel
que vio en el piso, lo leyó y lo volvió a tirar, mientras me contaba cómo antes
recibía muchas propuestas para hacer shows pero no contaba con el material
humorístico que tiene ahora. Definitivamente los tiempos han cambiado.
Además de su curiosidad y
carisma, ‘Tutifruti’ tiene una gran memoria, es capaz de devolverse muchos años
sin ningún problema y traer una trova que ilustre algo de lo que está hablando.
Sigue enamorado de esta tradición pero es crítico de algunos festivales,
organizadores, jurados, e, incluso, de algunos trovadores que se suben con
trovas preparadas a una tarima.
—¿Alguna vez ha preparado
una trova?
—sí, me acuerdo que una vez me subí con una trova preparada.
—¿Y cómo le fue?
—Mal, se me olvidó y me equivoqué. Yo soy muy malo para eso.
—sí, me acuerdo que una vez me subí con una trova preparada.
—¿Y cómo le fue?
—Mal, se me olvidó y me equivoqué. Yo soy muy malo para eso.
—Él imita a don Ramón y
estuvo en las etapas finales del concurso que hicieron para el homenaje a
Chespirito —me contó Ramiro.
Más se demoró Ramiro en contarme
eso que Alberto en ponerse un gorrito parecido al de don Ramón y comenzar a
imitarlo.
—Ponele un DVD de los de
Chafaldo a Felipe, pa’ que vea lo que hacemos —le dijo Ramiro a Alberto
señalando el televisor.
Chafaldo es un personaje que
se inventó Ramiro, “haga de cuenta el bobo de un pueblo”, que aparecía en un
programa humorístico los domingos en un canal de televisión local. El programa lo
realizaron por largo tiempo Alberto y Ramiro, acompañados de algunos amigos, y con
libretos de este último.
Mientras Alberto me mostraba
algunos de los chistes actuados que realizaban en el programa, Ramiro se dedicó
a hacer avioncitos de papel y a probarlos en la calle. “Ese hombre es un
berraco”, me insistió en varias
ocasiones Alberto, refiriéndose a Ramiro. “Esto que nosotros hacemos es de
clase mundial, este humor que se inventa ‘Tuti’ es único”.
Ah ese Ramiro es todo un personaje que vacano su humildad su carisma y todas las cualidades que tiene!
ResponderEliminarExcelente personaje que Dios lo bendiga mucho ese buen artista del humor
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